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Comenzamos un intercambio con la carrera de fotografía del ISET 18. Los alumnos de María Helena Hechen acercan su mirada de los referentes sociales del Distrito Oeste.

lunes, 17 de octubre de 2011

Mónica Rossi (La trinchera) por Juan Pablo Ferrando





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Ruperta, por Vanesa Fresno





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Gustavo Pinto(Esperanza Unida, Vía Honda) por Nadim Abraham


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Vía Honda, por Gastón Vidart





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Mónica

ME LLAMO MONICA ROSSI, NACI EN ROSARIO EN EL 63, CUANDO YO TENIA 10 AÑOS MI VIEJA SE MUERE Y EMPIEZO A TRABAJAR, MI VIEJO NO ME DEJABA ESTUDIAR ASI QUE ME BANCABA YO LOS ESTUDIOS. A LOS 14 ME PUSE DE NOVIA CON EL QUE ESTUVE CASADA HASTA EL AÑO PASADO. CUANDO TENIA 15 ME FUI DE MI CASA Y UN TIO SE HIZO CARGO DE MI, HASTA QUE A LOS 19 ME CASE,JA.DEJE LOS ESTUDIOS PARA DEDICARME A MI CASA E HIJOS, HASTA QUE EN EL 98 TERMINE LA SECUNDARIA, Y EMPECE LA TECNICATURA EN FAMILIA Y MINORIDAD. LA HICE BECADA YA QUE MI EX NO ME LA HACIA FÁCIL YA QUE NO ME APOYABA, Y ME IBA EN BICI HASTA MAIPU AL 1100.
EN EL 2002 ME RECIBI Y EMPECE A TRABAJAR PRIMERO EN LA VECINAL DE BARRIO GODOY, HASTA EL 2003 QUE UN GRUPO DE JÓVENES QUE CONOCI "LA LEBENSSON", ABRIERON UN CENTRO DE ESTUDIOS SOCIALES, EL CUAL YO COORDINE HASTA EL 2004. SE HIZO CARGO ECONOMICAMENTE UNA COMPAÑERA DE CARRERA, POR POCO TIEMPO DADO QUE NO COINCIDIAMOS EN EL MÉTODO DE LABURO.
ASI SE PASO A LLAMAR "CENTRO CULTURAL LA TRINCHERA".
NO PODRIA HABER SEGUIDO OTRA CARRERA, HACE 9 AÑOS QUE TRABAJO GRATIS, ALGUNAS VECES ME HAN PAGADO POR ESTAR AL FRENTE DE LA TRINCHERA, PERO CUANDO SE QUERIA CAMBIAR EL SENTIDO DE LA INSTITUCIÓN (CLIENTELISMO?) NO DUDABA Y LOS HECHABA, PORQUE CREO EN EL CRECIMIENTO DE LAS PERSONAS, CREO EN QUE NO HAY QUE REGALARLES ALGO PAR QUE SE SUMEN A ESTA UTOPIA. NO SÉ. CUANDO VEO QUE LOS NIÑOS QUE NO IBAN A LA ESCUELA AHORA LO HACEN, CUANDO LOS ADOLESCENTES CON ALGUNAS ADICCIONES PIDEN TERAPIA PARA DEJARLA, O VIENEN A LA ESCUELA, O A PARTICIPAR DE CUALQUIER ACTIVIDAD, CUANDO LAS MUJERES Y HOMBRES DEL BARRIO ANTE ALGUNA NECESIDAD NUESTRA ESTAN AHI AL PIE DEL CAÑÓN, ESO NO TIENE PRECIO Y ME DICE QUE VAMOS BIEN.
MIS HIJOS ME HAN APOYADO Y LO SIGUEN HACIENDO EN MI VOCACIÓN PORQUE ESTO MAS ALLÁ DE UN LABURO ES VOCACIÓN, NO LO PODRÍA HACER DE OTRA MANERA QUE NO SEA VOCACIÓN Y PASIÓN AUNQUE ME HALLA COSTADO EN ALGO MI MATRIMONIO (NO LE VOY A HECHAR TODA LA CULPA A LA TRINCHERA) ESPERO SEGUIR HACIENDO MI LABURO POR UN LARGO TIEMPO MAS.

Palabras


Silvia Plachy (Fotógrafa), de su libro de reojo.

La cámara fue la armadura que necesitaba, resguardaba mi timidez, me facilitaba una excusa para mirar fijamente, y me permitía adentrarme en mundos inimaginables, de los que podía volver cargada de recuerdos. Mis fotografías parecen vivir en mí mucho antes de verlas. La vida y el arte tiraban de mí en direcciones opuestas y aún lo siguen haciendo. Pero ahora después de veinticinco años disparando fotos, mi cuerpo se pliega a sus demandas. Estrábica, ya no sigo caminos paralelos; mi ojo derecho busca, hambriento, visiones, mientras que mi ojo izquierdo se encarga de que no tropiece. Llevo conmigo esos pesos pesados, mis cámaras, a donde quiera que vaya. Quizás, sin anclas, flotaría.

Diez noches antes de morir, mi amigo, el maestro de la fotografía André Kertész, tropezó y cayó al suelo cuando volvía a la cama después de apagar la luz del pasillo. Como tenía noventa y un años y fiebre, no tuvo fuerzas para levantarse, y se quedó dormido allí mismo, sobre el suelo de su apartamento. Cuando, al alba, abrió los ojos pensó: “¡Qué curioso! Qué luz tan agradable…Qué perspectiva tan interesante. ¿Dónde estoy?”.

En una sesión fotográfica, ofrecemos nuestra mejor imagen para la inmortalidad. En Hungría, el verbo que se emplea para decir “fotografiar” es megorokiteni y significa “hacer que algo dure para siempre”.

Un retrato con cigarrillo nos remite a la elegancia de los años cuarenta. El humo suaviza los contornos; el centro se convierte en un remolino, en un espacio privado en el que ocultarse. Es hermoso, es misterioso, es engañoso.

Las imágenes en los espejos y las ventanas, nunca duran. Los reflejos en un charco son muy breves, pero cuando atrapo una visión a través del objetivo de mi cámara, no puedo escapar.

Al pasar junto a un escaparate me sorprende ver mi reflejo; parezco tan arrugada y cansada. Miro hacia otro lado. El espectro me sigue, asomando por aquellas superficies reflectantes, insistentemente. En el suelo me acecha en forma de sombra. Solíamos ser como gemelos. Pero, hoy, le doy la espalda y me dispongo a reflejar el mundo.

En el centro de cada obsesión hay un alarido. No existe un logro verdadero sin su presencia. ¿Quién no se exalta? Lo que Nabokov decía sobre el arte se puede aplicar también a los coleccionistas de sellos, a los fans y a cualquier otra compulsión: “Alivia el dolor que provoca la existencia”.

La pequeña novia fija su mirada en las manos del fotógrafo, que está concentrado en el novio y en el padre de éste. El hijo tiene una mirada franca, abierta; el padre está sentado, circunspecto; un poco más atrás, el cuñado acerca la escena con el zoom. En esa red de miradas, todos los jugadores están presos en una estructura momentánea.

Hay miradas que unen, otras que dividen y otras por las cuales morir. Hay miradas hambrientas que te desnudan, miradas que matan y miradas que sanan.

Durante los treinta años de fotógrafa para The Village Voice, Nueva York fue mi campo de pruebas. Aprendí a hacer fotos en toda clase de circunstancias y conocí a personas de todo tipo. En los años ochenta, tuve una columna semanal durante ocho años que se titulaba “Unguide Tour”. Estaba en la página del sumario; era una foto sola, sin leyenda. Implicaba la existencia de distintas posibilidades a la espera de ser descubiertas.

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